Por: Julio Foyaín
El contexto actual y las tendencias en los distintos factores (análisis PESTEL: factores externos) marcan el camino para actuaciones que debieran ser proactivas en el conjunto de las administraciones nacionales (sus distintas derivaciones a nivel regional o local), los distintos agentes de los sectores/subsectores económicos y el últimas, el conjunto del tejido empresarial correspondiente, con especial interés para este caso, para las empresas exportadoras o en procesos de internacionalización del sector/subsectores agrícolas y agroindustrial. Ahora bien, una vez entendido lo anterior, el propósito de este artículo es llevar una reflexión a los distintos agentes comentados anteriormente sobre necesidad de alinear políticas de la región de Latinoamérica y el Caribe con la UE, partiendo del concepto de “autonomía estratégica ampliada o abierta” y aprovechar el potencial de oportunidades entre las partes.
El concepto de autonomía estratégica ampliada se refiere a la capacidad de una región o país para actuar con independencia relativa en ámbitos clave (político, económico, tecnológico) mientras coopera con socios externos. Originalmente acuñado en el contexto de defensa europea, tras crisis recientes (COVID-19, guerra en Ucrania) es te concepto se ha extendido a sectores económicos y tecnológicos (Real Instituto elcano y Fundacióna Carolina). Como define Josep Borrell (2020), la autonomía estratégica implica la capacidad de actuar “de manera autónoma cuando y donde sea necesario, y con los socios siempre que sea posible”. Las autoridades de la UE hablan hoy de una autonomía estratégica abierta, que fortalezca la industria propia a la vez que mantiene la apertura económica global. Por ejemplo, la Comisión Europea insiste en potenciar la producción de insumos esenciales (cereales, proteínas vegetales, energía) para aumentar la resiliencia del bloque, al tiempo que negocia acuerdos comerciales bajo condiciones de sostenibilidad. En la nueva visión estratégica de la UE, la política agrícola común (PAC) se orienta precisamente a “cultivos esenciales para la autonomía estratégica y la resiliencia” del mercado único, favoreciendo la producción local sostenible sin renunciar al comercio internacional (Seguridad alimentaria elika).
Enfoque de la Unión Europea:
Según el Real Instituto elcano y la Fundación Carolina, en la UE el concepto ha evolucionado con hitos clave: la Estrategia Global europea de 2016, la pandemia de COVID-19 y, finalmente, los efectos de la Administración Trump. Estos eventos pusieron de relieve las dependencias críticas (por ejemplo, insumos médicos, energía) y llevaron a la Comisión Von der Leyen a adoptar una visión económica de la autonomía estratégica. Así, la UE aboga por una “autonomía estratégica abierta”: reforzar la industria y la seguridad internas sin caer en el proteccionismo, sino diversificando proveedores y creando redes aliadas. El Consejo Europeo de marzo 2022 validó esta visión amplia, señalando que ambas lecturas (defensa y económica) son complementarias y que una autonomía estratégica ampliada podría revitalizar las relaciones con regiones socias como América Latina.
En la práctica, la UE ha integrado esta estrategia en sus políticas agrícolas y comerciales. La PAC (Política Agraria Común) se ha presentado como instrumento clave: un sector agrícola viable y bien financiado garantiza suministro interno estable ante crisis (Ministerio de Agricultura y Pesca de España). Por ejemplo, las autoridades españolas destacan que “una PAC fuerte es esencial… para avanzar hacia la autonomía estratégica abierta de la UE”, reduciendo la dependencia de materias primas y garantizando normas sanitarias uniformes. La futura visión de la Comisión Europea de la agricultura prioriza seguridad y soberanía alimentarias, apoyando cultivos clave (proteínas vegetales, cereales) y armonizando estándares para productos importados. También se promueven inversiones en I+D agronómico (tecnologías de precisión, bioplaguicidas) para acelerar la autosuficiencia estratégica en eslabones críticos de la cadena alimentaria.
Perspectiva en América Latina:
En América Latina la noción de autonomía estratégica no está formalizada en la misma terminología, pero existe un interés creciente por reforzar la soberanía alimentaria y la resiliencia regional. Académicos y organismos destacan que históricamente la región está orientada a exportar materias primas agrícolas y energéticas, con escasa integración intra-regionales. Esto implica que los países latinoamericanos comercian más con EE.UU., China o la UE que entre sí, limitando colectivamente su capacidad de maniobra independiente. Sin embargo, la región dispone de recursos geo-estratégicos críticos: minas de litio, energía solar/eólica, tierras cultivables y biodiversidad única. Estos activos ofrecen la oportunidad de desarrollar una industrialización verde centrada en cadenas de valor propias (agroindustrial, ecotecnologías), con políticas que integren protecciones sociales y ambientales (aterraesredonda: espacio de intervención pública de intelectuales, académicos, otros)
Los expertos advierten que la fragmentación política (gobiernos progresistas vs. conservadores) y la débil institucionalidad regional han obstaculizado proyectos integrados (como UNASUR, Mercosur). Pese a esto, iniciativas regionales (p.ej. Mercosur, Alianza del Pacífico, CELAC) debaten cómo complementar las economías: la cooperación Sur–Sur podría, en teoría, reducir la vulnerabilidad a choques externos. En la práctica, varios países latinoamericanos han impulsado planes de autosuficiencia parcial: desde subsidios a la agricultura familiar hasta reservas estratégicas de granos. La FAO destaca que América Latina es “la principal exportadora neta de alimentos del mundo”, capaz de alimentar a más del doble de su población (unos 1.300 millones de personas) gracias a su abundancia de recursos. Pero simultáneamente afronta retos internos de hambre y desigualdad que obligan a políticas de desarrollo rural sostenible. En este contexto, la idea de autonomía estratégica en América Latina suele vincularse a promover cadenas alimentarias resilientes, diversificar cultivos y mejorar infraestructura agraria, dentro de los límites de su integración regional.
Implicaciones para el comercio agro-alimentario:
La estrategia de autonomía estratégica ampliada tiene impactos directos en el comercio y la producción agro-alimentaria. Se destacan cuatro dimensiones clave:
- Acceso a mercados: Una estrategia de autonomía procura diversificar socios comerciales para asegurar insumos y salidas exportadoras. En la UE, por ejemplo, se priorizan acuerdos internacionales que faciliten la adquisición de materias primas esenciales (p. ej. negociaciones para proteínas vegetales). Simultáneamente, el bloque mantiene abiertas sus exportaciones de alimentos procesados y frescos, aprovechando su papel de mayor exportador global agrícola. En América Latina, iniciativas como Mercosur–UE buscan ampliar el acceso a grandes mercados externos, mientras se evalúan mecanismos de acumulación de orígenes en tratados que integren la región.
- Autosuficiencia alimentaria: Se impulsa el autoabastecimiento de productos básicos para reducir vulnerabilidades. Por ejemplo, España y otros países europeos promueven el incremento de la producción interna de proteína vegetal (leguminosas, oleaginosas) para depender menos de importaciones de pienso (Ministerio de Agricultura y Pesca de España). La PAC refuerza cereales, hortalizas y oleaginosas en este sentido. En América Latina, varios gobiernos fomentan la producción local (p. ej. maíz, frijol, yuca) y la agricultura familiar, buscando garantizar la oferta nacional incluso ante crisis globales. La existencia de amplias tierras arables y fuentes de agua en la región facilita este objetivo, aunque requiere inversiones en regadío y tecnología agronómica para ser eficaz.
- Resiliencia de cadenas de suministro: La autonomía estratégica conlleva reforzar la capacidad de absorber choques externos. En la UE se fortalece la infraestructura logística y se promueven reservas (p. ej. de cereales y semillas) para amortiguar escasez temporal. Luis Planas (Ministro de Agricultura…España) insiste en modernizar los sistemas agroalimentarios para hacerlos “más resistentes frente a los efectos del cambio climático y las crisis de mercado”. Además, la política común europea está orientada a apoyar a los agricultores en prácticas sostenibles y anti-crisis. En América Latina, la resiliencia se persigue a través de la integración de mercados locales, la mejora de carreteras y puertos agrícolas, y la digitalización de la cadena alimentaria, de modo que interrupciones globales (pandemias, conflictos) tengan menor impacto en el abastecimiento interno (elika).
- Regulaciones técnicas y ambientales: El énfasis en autonomía no reduce los estándares de calidad; al contrario, se promueve la armonización de normas para nivelar el campo de juego. La UE aplica las llamadas “cláusulas espejo”, exigiendo que los alimentos importados cumplan las mismas exigencias sanitarias, fitosanitarias y ambientales que los producidos internamente. Así, se incorporan criterios de bienestar animal, seguridad alimentaria y sostenibilidad en los acuerdos comerciales. Por ejemplo, la nueva Visión de la Comisión prevé “una mayor armonización de las normas de producción aplicadas a los productos importados” (elika). Esto incentiva a los socios (desde Mercosur hasta EE.UU.) a elevar sus estándares ambientales si quieren acceso al mercado europeo. En América Latina, esta tendencia lleva a algunos gobiernos a ajustar regulaciones internas (p. ej. etiquetas, límites de agroquímicos) para conservar exportaciones. A su vez, las preocupaciones ambientales globales (cambio climático, deforestación) influyen en la formulación de políticas agrícolas más verdes en ambos continentes.
Ejemplos concretos de implementación:
Unión Europea / España: Varios documentos oficiales vinculan la estrategia a la agricultura. El Diálogo Estratégico sobre el futuro de la agricultura de la UE y la Comisión enfatizan que la PAC debe apuntalar la autonomía estratégica al asegurar ingresos estables para los agricultores, reforzando su capacidad de producción. En la práctica, España está impulsando en 2025 su Estrategia Nacional de Alimentación (ENA) cuyo objetivo es “construir un sistema alimentario sostenible… para conseguir la autonomía estratégica abierta que asegure el abastecimiento a precios asequibles”. Así, medidas como el apoyo a cultivos locales, la innovación agrícola y la negociación de tratados (p. ej. sobre proteína vegetal) se enmarcan bajo este fin estratégico. Además, el gobierno español aboga por cláusulas espejo en el comercio para que las importaciones cumplan criterios sociales y ambientales, alineándose con la visión comunitaria.
América Latina: Si bien no existe un “programa de autonomía estratégica” único, algunos bloques y países actúan en esa línea. El acuerdo Mercosur–UE (firmado a finales de 2024) ejemplifica cómo un bloque sudamericano busca asegurar mercados confiables para su agro-exportación, mientras aceptaría estándares compartidos (p. ej. sostenibilidad en ganadería) como contrapartida. Brasil, principal exportador mundial de soja y carne, ha subrayado su papel en alimentar al mundo, aunque internamente enfrenta presiones de inflación alimentaria; ello ha reavivado debates sobre fortalecer la producción de cultivos propios y diversificar hacia energías limpias. México, por su parte, ha insistido en mantener abiertos los mercados globales para sus productos agrícolas, rechazando medidas proteccionistas tras la crisis de Ucrania, al tiempo que promueve la producción nacional de maíz y frijol para reducir la vulnerabilidad alimentaria. En general, instituciones regionales como la FAO Latinoamérica y la CEPAL han llamado a combinar apertura comercial con inversiones en producción local: destacan que, pese a ser la principal exportadora de alimentos del mundo, la región debe garantizar el acceso doméstico y la sostenibilidad ambiental como pilares de su autonomía económica.
En últimas, este contexto, sus tendencias con énfasis en el sector agrícola y agroindustrial entre la región LATAM y la UE se deben seguir fortaleciendo y alineando políticas, programas y proyectos específicos. La región LATAM debe también trabajar más en una integración intraregional más efectiva para una posición idónea de su propia “autonomía estratégica ampliada”.
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